Que existen varios Bob Dylan es algo que se ha dicho antes muchas veces. Casi tantos Dylans como canciones guarda en los bolsillos de sus infinitas chaquetas. Todos han existido dentro de lo que es la persona de Robert Allen Zimmerman. Pero el tiempo juega siempre con ventaja, colapsando a veces las realidades. Y es que, durante estos últimos casi treinta años, todos esos Dylans han ido sufriendo su propio proceso mitótico. Después de todo este proceso, se diría que han terminado por formarse dos personas de Robert Allen Zimmerman.
Fue hace casi treinta años cuando apareció en el mercado el primer volumen de los “Bootleg Series” del cantautor del pelo enmarañado. Desde entonces, fans y seguidores nos hemos acostumbrado a este binomio dylaniano. Así, al mismo tiempo en el que el Robert Zimmerman nacido en 1941, viajaba por todos los rincones del mundo con su gira interminable y publicaba el maravilloso “Time Out of Mind” (1998), el otro Zimmerman publicaba un doble álbum en el que recogía un polémico concierto suyo en el Royal Albert Hall de 1966. Descubrimos el famoso sonido de mercurio de aquellas legendarias grabaciones. Nos sorprendimos con los cambios camaleónicos de sus canciones en la Rolling Thunder Revue de los 70. Y mientras tanto, si mirábamos hacia el otro lado del escenario, veíamos envejecer al Robert Zimmerman original. Guardando en su interior a todos aquellos Bob Dylan. El poeta, el forajido, el que compartió mesa en 1973 en un restaurante de Nueva York con unos imaginados Stillwater, el vagabundo, el creyente que cree que todo está perdido y solo en Dios está la salvación.
Casi diez años llevábamos conociendo más del Dylan de las “Bootleg Series” que del original, al que sólo podíamos ver furtivamente subido a un escenario, su hábitat natural. Pero esta misma madrugada (a algunos nos ha pillado por sorpresa con el primer café del día), parece que ha roto su silencio y ha vuelto a ofrecernos una canción. Y como siempre sucede con Bob Dylan, ha sido de la manera menos esperada. Anunciada sin previo aviso eso sí, pero anunciada con estos inventos tan modernos que son las redes sociales (Youtube, Facebook, Twitter, Instagram así como su página web oficial) y con mensaje de agradecimiento y esperanza incluido.
Celebremos que ha regresado el Bob Dylan de los muchos Bob Dylan. El poeta narrador de un tiempo y un espacio, los convulsos años 60 de los Estados Unidos. Casi veinte minutos en los que más bien recita, tal vez viaja, acompañado por un piano, un violín y un ligero toque de batería. Juega con las palabras y las frases. Juega con ese tiempo y ese espacio. Hace hablar a los muertos, que nos anuncian cosas terribles que sucedieron y que sucederán. Pero parece también existir un pequeño consuelo en todos esos artistas y canciones enumeradas casi a modo de elegía al final del corte. Incluso después de los días más horribles existirán el consuelo, el alivio, la esperanza.