Ahí está Monique,
vistiéndose mientras canta
envuelta en la luz que entra
su voz huye por la ventana
creo que nos amamos
tres, cuatro, cinco veces pero las ganas
después del deseo se marchitan
como se seca el carmín en la almohada
vi las siluetas que me recordaron
estrellas que me guiaron en una noche lejana
quise atrapar su pelo, sus caderas, su olor
quise, su alma
y cuando el canto del búho me despertó,
a medianoche
lo único que tenía al lado fue
su fantasma vagando por la sala
–
Pero Monique nunca llegó,
ni llegará, a ser como ella
siempre atenta a mis deseos
bailando envuelta en seda y tristeza
me regaló sin yo pedírselo
su cuerpo impregnado en aceite
y aquella noche dormimos en la rivera
despidiéndonos lentamente
los fantasmas nunca existieron
más allá de los muros de mi cabeza
aquellos dedos que me tocaron
que envenenaron mi corazón y entereza
ahora paso las noches confundiendo
a Monique con mis viejas estrellas
abril, dos mil diez